Cuando hace justo un año estábamos con todos los preparativos de la cena de noche vieja y el rompecabezas era estudiar cómo colocar las mesas para que pudiéramos caber todos, nadie podía imaginarse que de la noche a la mañana iba a cambiar nuestra vida, y además lo iba a hacer para quedarse. Y siendo el año más difícil que probablemente vamos a recordar, también creemos que es el año que más hemos aprendido.

Nosotros estamos hablando siempre de la capacidad de adaptación como el principal bastión para promover el cambio en las personas y por supuesto, en las organizaciones. Lo llamamos #ADAPTATION EXPERIENCE. Este año ha puesto a prueba como ninguno otro, esta capacidad.

Por muy flexibles que seamos, todos necesitamos un tiempo para digerir los cambios y cuando vienen tan repentinamente, nos quedamos un poco paralizados, hasta que somos capaces de reaccionar a la embestida.

De repente nos dijeron que nos quedáramos encerrados en casa y tuvimos que organizarnos para poder hacerlo con una eficiencia y una velocidad que, si nos hubieran dicho que finalmente íbamos a ser capaces de hacerlo, no nos lo hubiéramos creído.

Hemos visto a algunas empresas gigantes con las que trabajamos, y para las que los cambios se tienen que servir poco a poco, ser capaces de, por ejemplo, vaciar todo un edificio lleno de personas prestando servicios de atención al cliente, para que todos se pudieran conectar desde casa, sin que el cliente fuera consciente de ello o recibiera un peor servicio.

También hemos visto empresas más pequeñas, para las que eso de la digitalización estaba ahí fuera, pero no era una prioridad todavía para su negocio, ser capaces de cambiar todo, para empezar a trabajar de una forma bastante diferente.

El avance que hemos dado en relación a la brecha digital, ha sido un paso de gigantes, y lo mejor de todo, es que hemos sido capaces de adaptarnos sin el menor problema, y de forma generalizada. ¡Jamás hubiera pensado que iba a ver a mis padres hablando con nosotros por vídeo conferencia!

Hemos podido saborear el tiempo que hemos vuelto a disfrutar de la compañía de los nuestros, viéndonos en casa a todas horas, para lo bueno y para lo malo. Y nadie hubiera dicho que íbamos a ser capaces de compaginar el teletrabajo con nuestros hijos, comidas, compras, hacernos expertos en conexiones para toda la familia…

Nos hemos visto desamparados por una clase política totalmente alejada de la realidad , y sin embargo hemos sacado lo mejor de nosotros como sociedad, para ayudar a los que tenemos a nuestro alrededor. Las muestras de generosidad espontáneas, por primera vez desde hacía mucho tiempo, han inundado las cabeceras de los telediarios y los titulares de los periódicos, y eso que venden mucho más las desgracias. Grandes y pequeñas empresas, algunas de ellas sin saber qué iba a pasar al día siguiente si el confinamiento se alargaba, han puesto lo poco o mucho que tenían, para poder ayudar a aquellos que lo necesitaban aún más que ellos.

Ha surgido un movimiento de consumo local y responsable para ayudar a nuestros vecinos, a los pequeños comerciantes de nuestros barrios, y a los productores que durante los momentos más duros han estado trabajando y al pie del cañón.

Hemos visto a médicos, enfermeras, policías, comerciantes… Esos «Héroes sin capa», luchar casi sin armas contra un virus del que ahora ya sabemos muchas cosas, pero que al principio era como el monstruo invisible que viene a vernos en nuestros sueños más oscuros.

Y hemos llorado por todos aquellos que este año no estarán sentados en nuestra mesa para despedir esa última cena, porque no han sido capaces de vencer al maldito bicho.

Hoy más que nunca, queremos aferrarnos llenos de esperanzas a un 2021, que a priori, no puede ser peor que este año que está a punto de dejarnos. Seguimos con la pandemia, pero por fin tenemos vacunas para combatirla y hemos aprendido a convivir con ella. Ya no estamos paralizados, y somos capaces de planificar y tomar decisiones. Tener alternativas significa tener esperanza.

Sobre todo, sabemos que somos un país de luchadores, capaces de sobreponernos a esto y más. Un país resiliente, con la capacidad de volver a nuestro estado inicial después de un golpe como este.

Y sí, es el año que probablemente más hemos aprendido, pero… ¡Qué ganas tenemos de que termine!!, ¡Bienvenido 2021!

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