¿Cuántas veces has preparado un buen discurso y te has bloqueado a la hora de la verdad? Después de trabajar exhaustivamente en la presentación de un proyecto, de mantener reuniones interminables y de robarle tiempo a tu vida personal, tu mensaje no tiene el impacto que deseas cuando llega el día D. Una frustración que merma tu confianza como profesional. Esta situación puede repercutir en tu desempeño laboral e, incluso, suponer un freno en tu progresión.

Durante la etapa formativa, el sistema educativo pone especial hincapié en transmitirnos conocimientos constantemente. Teorías, fórmulas, balances, idiomas y demás contenido que hemos de interiorizar para después plasmarlo en un examen. Temarios muy extensos que deben darnos unas bases de conocimiento que nos ayuden a desempeñar una buena labor en nuestro puesto de trabajo futuro. Por el contrario, no se presta tanta atención a las habilidades comunicativas. La capacidad de transmitir con calidad esos conocimientos adquiridos suponen un valor diferencial en un profesional de cualquier ámbito. Nadie se preocupa por ayudarnos a mejorar. Esa carencia nos convierte en perfiles incompletos. No nos enseñan a afrontar una situación en la que hemos de expresarnos con claridad ante un grupo de personas y defender un proyecto/argumentos.

Hoy en día, con la cantidad de tareas que tenemos pendientes y la multitud de estímulos que amenazan con distraernos constantemente, el impacto de nuestro discurso resulta fundamental. No es suficiente con comunicar algo interesante, hace falta algo más. Necesitamos captar la atención del público y conseguir que se sientan partícipes de nuestra idea. Subirlo a nuestro barco.

En esa tarea de llevar al asistente a nuestro terreno, es básico trabajar distintos aspectos:

1- Lenguaje corporal relajado y enérgico al mismo tiempo.
2- Un inicio de discurso que levante el interés inmediato.
3- Mostrar seguridad. Eres el verdadero experto de la materia en la sala.
4- Evitar las ‘coletillas’ a final de las frases. Dan sensación de falta de fluidez y dicción.
5- Centrarse en la información relevante. Asegurarse que el oyente se va a llevar a casa las ideas más importantes.
6- Introducir referencias, anécdotas o ejemplos que el público sienta como suyas. Este enganche es muy poderoso.
7- Un cierre potente que genere recuerdo y ayude a reflexionar sobre todo lo que has expuesto.

Hay personas con una mayor facilidad comunicativa innata. Sin embargo, las habilidades tienen un amplio margen de mejora si se ejercitan correctamente.

Es una lástima que información potente fruto de tu trabajo se diluya porque tu discurso no está al mismo nivel. Una buena habilidad comunicativa eleva nuestro perfil profesional. En FASSE creemos en el desarrollo del talento.

¿Vas a limitar tu potencial?

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