Por serendipia, como muchos de los grandes descubrimientos que se han hecho en lo que a nuestro cerebro se refiere, así fue como Giacomo Rizzolatti descubrió junto a su equipo la existencia de estas neuronas que nos hacen ser tan sociables y que influyen tan drásticamente en nuestro comportamiento.
Su descubrimiento es relativamente nuevo. Fue en 1996 cuando este neurólogo junto a su equipo de la universidad de Parma (Italia), estaba trabajando con un mono macaco sobre las neuronas que provocan el movimiento de la mano, y su gran sorpresa surgió cuando se dieron cuenta de que un grupo de ellas se activaba, no sólo cuando el mono realizaba determinados movimientos, sino que también ocurría cuando observaba a otros monos e incluso personas repetir esas acciones.
En un principio pensaron que sólo se producía como un movimiento de imitación, pero más adelante constataron que este mecanismo permitía sentir como propias las sensaciones y emociones de los demás… Te habrás dado cuenta ya de que entre otras cosas estamos hablando de la empatía.
Estos hallazgos fueron tan importantes que Giacomo Rizzolatti recibió en 2011 el premio Príncipe de Asturias de investigación.
Las neuronas espejo facilitan entre otras cosas, la capacidad de aprendizaje en el ser humano. Muchas de las cosas que aprendemos las hacemos por imitación, y no podemos negar que la cultura también se transmite por imitación. Y no digamos el progreso, sería imposible si tuviéramos que explicarles a nuestros hijos para qué sirve cada uno de los avances que utilizamos en nuestro día a día, un teléfono, o una pantalla, o cualquier dispositivo…
Pero aparte de todo eso, no sólo nos permiten entender lo que están haciendo otras personas de nuestro entorno, también hacen posible que sintamos lo que sienten otros. Si escuchamos risas a nuestro alrededor, en el espectáculo de un cómico, por ejemplo, seguramente nosotros también acabemos riendo, y si vemos a alguien vomitar delante de nosotros, es muy probable que lleguemos a sentir esa misma sensación de asco.
En una entrevista publicada en “SINC”, Rizzolatti dice: “un mecanismo específico para que, cuando vemos dolor en otra persona, también sintamos dolor. No solo entendemos el dolor del otro de manera cognitiva, también lo sentimos”
Cuando has ido a un concierto, habrás visto que es uno de los claros ejemplos donde, un lugar masificado como puede ser un estadio de futbol, que está lleno hasta la bandera, se puede convertir en la expresión más clara de felicidad y emociones de euforia a flor de piel. Hace poco vi el concierto de la ELO que hicieron en el estadio de Wimbledom en 2017, y me llamó más la atención como todo un estadio compartía una felicidad desatada en todos y cada uno de los asistentes, que la actuación en sí que ya me pareció maravillosa.
Pero ¿Qué ocurre con las relaciones virtuales? ¿Qué nos ha pasado durante este aislamiento forzoso que nos ha alejado de los demás y de los grandes eventos? ¿Se sabe si nuestra capacidad de sentir lo que sienten otros se ha visto perjudicada?
Rizolatti también contesta a esto en la mencionada entrevista: “Es un lugar un tanto extraño, una experiencia fría. En realidad estás solo, aunque parezca que estás con otras personas. Los japoneses hicieron un experimento para evaluar si la respuesta emocional ante una película era igual que ante una obra de teatro. Y en el teatro la emoción era mucho más poderosa”
Nosotros hemos podido ver muy de cerca esta falta de conexión emocional que se ha resentido durante los cambios que ha ocasionado esta pandemia. De hecho, han sido varios los clientes con los que hemos trabajado justo en minimizar este problema, aprendiendo a liderar y gestionar relaciones en remoto.
Por eso estamos deseando todos volver a sentir, conectar con otros, a poder ponernos en los zapatos de los demás, para lo bueno y para lo malo. Y necesitamos tocarnos, abrazarnos, besarnos y mirarnos a los ojos y entender lo que estamos sintiendo, muchas veces sin necesidad de tener que verbalizarlo con palabras.
Esperemos que dentro de poco podamos volver a sentir lo que sienten los que tenemos al lado y que nos podamos volver a emocionar en un concierto, viendo a miles de personas compartir felicidad y todas esas emociones a flor de piel.