El miedo es una emoción básica vital, que nos sirve para mantenernos con vida y a salvo en los momentos de peligro. Como todas las emociones, se ha ido adaptando según hemos ido evolucionando. Pero lo más importante es tener esa emoción equilibrada. El exceso de miedo o su falta, pueden llevarnos a tomar decisiones de forma errónea. ¿Quieres saber si lo tienes bajo control?

Llega la desescalada y ante una situación de tanta incertidumbre, tenemos que estar preparados para tomar decisiones, de forma ágil y que nos permita adoptar medidas distintas a las que probablemente habíamos planeado.

Pero el miedo, que está diseñado para prepararnos ante cualquier situación que pueda significar un peligro, provocando dos tipos de reacciones: “huir” o “luchar”, puede llegar a bloquearnos, o por el contrario a que actuemos de forma temeraria sin medir las consecuencias.

¿Qué comportamientos son comunes en aquellos que tienen un miedo excesivo a la hora de tomar decisiones? Puede afectar, y mucho, al resultado y sus consecuencias:

  • Procrastinar: Lo habrás escuchado un montón de veces. Significa ocuparse en cualquier cosa que no sea importante, para retrasar al máximo, los momentos importantes en los que hay que decidir sobre ciertos aspectos.
  • Necesitar demasiadas certezas, convirtiéndonos en demasiado minuciosos. Puede ser crear un comité, pedir más datos… En definitiva, postergar tanto como sea posible el momento de tomar una decisión.
  • Dejarse llevar y abandonarse, de esta forma se evita la sensación de malestar que produce. Se da mucho a nivel personal. Todos conocemos a personas que van pegando bandazos por la vida y que son incapaces de enderezarla.
  • Intentar no asumir responsabilidades, y que sean otros los que decidan. Por supuesto que normalmente, también serán esos otros los que se conviertan en el foco de las críticas cuando las cosas salen mal y se buscan culpables y, raramente en los responsables a los que atribuir el éxito, si las cosas salen bien.

Y ¿Qué pasa cuando sucede lo contrario? La falta de miedo, que es lo que nos hace ser precavidos.

De siempre he entendido que valiente es el que, siendo consciente de los peligros que hay, los vence. Los que no ven el miedo, son los temerarios y casi siempre, unos inconscientes. Todos hemos conocido unos cuantos en nuestro entorno laboral.

La mayoría de las veces es una actitud, y sólo en unos 300 casos reconocidos en todo el mundo, es una enfermedad genética. En un programa de Cuarto Milenio, el doctor Tomás Camacho, explicaba todos los descubrimientos neurológicos que habían surgido a raíz de la detección de esta enfermad, que se produce por la mutación de un gen. La consecuencia es que las personas que la padecen tienen las amígdalas mucho más pequeñas que cualquiera, y por lo tanto pierden la capacidad de tener miedo. También decía que normalmente, esa incapacidad conlleva la imposibilidad de tomar decisiones correctas.

Cuando nos ponemos a trabajar en un proyecto con una organización, buscamos los miedos culturales y los de aquellos que influyen en el equipo directamente, que actúan como frenos o barreras, para poder desbloquear comportamientos o situaciones. Seguimos estos 3 pasos para hacerlo:

  1.  Qué pierdo si no hago nada. El cerebro está preparado para reaccionar ante la pérdida. Se estudia en “persuasión” y es de los aspectos que más influye en los demás a la hora de tomar decisiones. No se trata de convencer a la persona que tenemos delante diciéndole lo que puede ganar, sino todo lo contrario, que tenga clarísimo lo que puede perder si no hace nada al respecto.
  2. Enmarcar y dimensionar el problema. Necesitamos certezas. Es por ello que la incertidumbre es lo que peor gestiona el ser humano. Debemos ser capaces de identificar las alternativas realistas que existen. Hemos tenido todo este tiempo de confinamiento para sentirlo en nuestras propias carnes. El no saber cuándo terminaba todo esto, ha sido lo que más angustia nos ha ocasionado. Sólo pensar que ya tiene fecha de caducidad, que estamos cada vez más cerca del final, nos está ayudando a que nos enfoquemos.
  3. Ponerse en el peor de los casos, ¿Qué es lo peor que puede pasar? No poder ver al “monstruo”, es lo que hace que nuestra imaginación lo haga todavía más grande y peligroso. Pero cuando somos capaces de identificarlo, saber su tamaño real, cómo es y qué hace, es cuando podemos estar preparados para combatirlo.

Esperamos que la próxima vez que tengas que tomar una decisión, no permitas que el miedo te impida hacerlo, por ausencia o por exceso.